sábado, 24 de abril de 2021

Nigth Club Karim´s

Club Karim

No me podía concentrar aquella noche lluviosa. Aunque trataba de olvidar los hechos acaecidos unas horas atrás, no lograba poner atención en la novela que estaba escribiendo.  Cerré la ventana de la habitación porque el viento empezaba a revolotear las cortinas que junto al silbido de la pava tetera configuraban un escenario insoportable para escribir. Así fue que me puse el piloto, agarre el paraguas y sali a caminar por ahí para despejarme un poco y tratar de olvidar el asunto.
Trabé la puerta despacio, sin hacer mucho ruido para no perturbar el descanso de otros inquilinos ya que era de madrugada y la mayoría trabajaba de día. Baje las escaleras del Apárt hotel que dirigían al hall central. El sereno se había quedado dormido sobre el mostrador así que también pase sigilosamente por ahí para no despertarlo.
Salí y comencé a caminar hacia la calle Corrientes. Había aminorado la intensidad de la lluvia y el viento,  así que recorrí la avenida mientras buscaba un bar donde tomar un café.
Buenos Aires es una ciudad con un ritmo vertiginoso. Demasiado para mi gusto. Prefiero los lugares tranquilos con vegetación o cerca del mar, con espacios extensos donde la mirada se pierda en lontananza… pero la ciudad te lleva a su ritmo sin que te des cuenta y en instantes estas metido en la vorágine citadina.
Entre en un bar de la esquina de Montevideo y Corrientes. Siempre paraba ahí cuando tenía la oportunidad de volver a la capital. Casualmente me encontraba con alguien conocido pero esta vez no había nadie. Me senté en una mesa ubicada en una de las ventanas que daba a la calle Corrientes. La gente caminaba a pesar de la lluvia como si esta no existiera, aunque tampoco era muy fuerte pero mojaba.
Lo que me tenia intranquilo es que la noche en que llegue, fui a la casa de unos amigos que viven en Villa Lugano, en la parte sur de la capital. Después de haber pasado una noche divertida y con el efecto del alcohol en abundancia que había tomado, emprendí el regreso al centro. Era el momento mas oscuro de la noche casi madrugada.
Estaba esperando un taxi en la intersección de la Av. Castañares y Murguiondo. Justo en esa ochava se encuentra una estación de servicio cerrada con algunas luces encendidas que iluminaban una parte de la misma de una manera peculiar ya que dos de sus tres caras quedaban iluminadas y la tercera quedaba muy obscura.
El silencio de la noche permitía prestar atención a ruidos que de día no percibimos. A lo lejos vi venir un taxi. Le hice señas para que se detenga y siguió de largo como si no me hubiera visto. – debe tener miedo – pensé.
Volví a incorporarme a la vereda, ya que en el intento de parar el taxi, baje a la acera unos cuantos metros, y me recosté sobre la pared que daba a la Avenida.
De repente entre tanto silencio y acompañado del canto de algunos grillos, escuche una voces que murmuraban, pero mucho mas intensa la vos grave de un tipo que sonaba a “pesado “. Camine hacia la esquina que lindaba con la vereda que estaba en penumbras y me agache para que no me vieran y poder escuchar un poco mejor. Justo pasaba otro taxi a baja velocidad.
-Quizá ese me hubiera parado – pensé.
Desde la nueva posición las voces se escuchaban mas claras, pero por un momento tuve un pensamiento escalofriante…
-  Creo que me estoy metiendo en problemas. 
Me asome por una pared bajita que se metía dentro del establecimiento y pude divisar a cuatro hombres masacrando a un pobre infeliz que yacía en el suelo.
Creo que el tipo ya estaba muerto porque al recibir los golpes y patadas de los cuatro maleantes, el cuerpo no respondía a ningún impulso reflejo de dolor. Después de pegarle por unos minutos más, los cuatro se subieron a una camioneta Explorer y se fueron a toda velocidad, haciendo chillar los neumáticos en el asfalto de la estación de servicio.
¿Qué hacia?, no podía pensar con rapidez. La situación me desbordaba totalmente y ya me veía involucrado en el hecho sin tener nada que ver. Aunque si tenía que ver, era testigo de una golpiza.
Lo  primero que se me ocurrió fue ir a ver como estaba este pobre hombre que yacía inmóvil en el suelo. Al darlo vuelta vi sus ojos abiertos. Toque su cuello y no sentí latidos y tampoco respiraba.
- ¡Este hombre esta muerto! - Exclamé
¡Muerto! entonces las cosas cambiaban. Ya no era una golpiza, era asesinato...estaba en problemas.
Revise entre los bolsillos del saco y encontré su billetera con documentos y muchísimo dinero. Ya la situación no me gustaba un carajo. ¿Por qué lo mataron? Por robo seguro que no. Tenía un fajo de dólares y sus documentos intactos. También encontré una tarjeta de plástico. En una de sus manos apretaba algo con fuerza, parecía otra billetera pero diferente como de cuero de cocodrilo. Seguro que se la habría sacado a alguno de los tipos que lo asesinaron.  Me guarde las dos billeteras y salí corriendo para alejarme de la escena. A unas cuadras encontré un teléfono público y llame a la policía para alertar del asesinato. Pare un taxi y regrese al hotel.
Una vez en el hotel me recosté en la cama y trate de organizar mis pensamientos. Era testigo de un homicidio, había visto a los asesinos y encima ahora tenía sus documentos y una tarjeta que decía “KARIM” y debajo el nombre de ROBERTO DI SALVO.
El  asesinado se llamaba Ricardo Alonso según los documentos que encontré en su billetera y en la del supuesto asesino había un documento con el nombre Augusto Di Salvo. Era obvio que algo tenían que ver estos nombres y la tarjeta Karim que por la dirección estaba en el centro de la ciudad. ¿Porque habrían matado a este hombre? Y lo extraño que había sido tan lejos de Karim.  Si había alguna relación, y de seguro que algo estaba pasando pero el cansancio y las copas de champagne que había tomado en la fiesta me dejaron completamente dormido.
A la mañana siguiente desperté con una confusión terrible. Prepare café y guarde los documentos y la tarjeta que había obtenido del suceso. Me vestí, tome el último sorbo de café y salí. Tenía una cita con un editor y no podía fallarle.
Al salir de la editorial, que estaba en la zona de barracas, camine unas cuadras hasta el centro, y antes de llegar al hotel entre en un bar que quedaba cerca. No podía dejar de pensar en el asunto al que había denominado “Karim”. Me parecía que la cosa venia con gran trascendencia y quería meter un poco las narices como quien dice.
Detrás de la ventana de aquel bar, la gente pasaba enloquecida por llegar a quien sabe qué lugar a tiempo y mientras yo pensaba como presentarme en aquel lugar llamado “Karim”, Sitio que sonaba a restaurante árabe o a cabaret de alta gama, de todas formas el nombre me hacia ruido en la cabeza.
Karim no estaba lejos del hotel, apenas unas diez cuadras así que empecé a caminar. El lugar se encontraba sobre la avenida 9 de Julio, antes de llegar a Santa Fe. Era un Cabaret como había pensado en una de las opciones, y era de alta gama, con cochera propia, casualmente entraba un Porsche 911 al estacionamiento del lugar, y además un Recepcionista  morocho en la puerta. Una de las dos hojas de vidrio y bronce que tenía la puerta estaba abierta y pude mirar un poco hacia el interior pero el corpulento recepcionista se acerco enseguida y me dijo:
¿Viene usted por el aviso señor?
- ¡Bingo!  - exclame con mi pensamiento -
Afirme sin bacilar aprovechando quizás la única posibilidad que tenia de insertarme en el cabaret.
-Pase por aquí. Tendrá que esperar al encargado que no tarda en llegar - dijo el recepcionista
James, como se llamaba el morocho parecía un buen tipo pero con cara de comandos. Esa cara que no quieres encontrarte en medio de un callejón a las 23 hs.
- Hace mucho que nos falta el cajero- comento James
Al escuchar el comentario del recepcionista se me fue el nudo que tenía en el estomago porque no sabía cuál era el puesto que estaban buscando.  Ahora podría tener una estrategia más certera.
Al llegar el encargado me atendió enseguida. Era un señor bajito de lentes, se presento y dijo algo que realmente me sorprendió:
- Buenas noches, mi apellido es Di Salvo, siéntese por favor. (en mi imaginación lo creía un tipo rudo y alto)
 ¿Como es su nombre? – pregunto
-  Alfredo Leiva – repliqué.
    -  ¿Tiene experiencia como cajero?
    -   Si, trabaje cinco años en un restaurante de Francia.
    -  ¿Puede decirme en cual?
    -   El Rué Vaugirard. En Paris
    -   Conozco el lugar así que pediré referencias. ¿Puede empezar en    cualquier momento?
Respondí afirmativamente y me pidió que regresara en tres días para ver si me daba el puesto. Me despidió de manera muy cordial igual que el recepcionista James.
Al salir me dirigí hacia el locutorio de la esquina del hotel y llame a mi amigo en Paris que trabaja en el restaurante citado y no tuve problemas con las referencias.
A los tres días regresé. Como no tengo un trabajo estable más que el de escritor, mal no me venía ganarme un dinero extra mientras investigaba quien había asesinado a ese pobre tipo Alonso. Como suponía, me dieron el puesto y empecé a trabajar esa misma noche. Nunca me imagine las cosas y las personas que se pueden ver ahí adentro. Hombres y mujeres de la alta sociedad, personalidades del espectáculo y políticos. Poder y dinero en su máxima expresión. El Di Salvo que me atendió me pidió absoluta reserva, así que por unos días solo me dedique a cobrarle a las distinguidas personalidades que transitaban por el glamoroso club nigth “Karim”.
El asesinato de Alonso había salido en los diarios. Al parecer estaba relacionado con el tráfico de drogas y la trata de blancas, casos que la policía y el periodismo venían investigando hacia tiempo.
Al trabajar de noche, ocupaba parte del día para investigar, recolectar algunos datos extras y es por eso que fui a ver a un amigo periodista de investigación llamado Juan. Tenía plena confianza en el así que lo cite en un café cerca del diario donde trabajaba en la zona de Barracas. y le conté lo sucedido
    - ¿y cómo fue que te metiste en esto Alfredo? - me pregunto con una sonrisa.
    -  Todavía no me metí – respondí con ironía
    -  Esos tipos son muy grosos y la policía tiene infiltrados trabajando
    -  No lo puedo evitar, vos me conoces. Es como si me hubiera tocado muy de cerca-  Juan se quedo mirándome con un poco de compasión como si fuera a verme por última vez y un escalofrío me recorrió toda la espalda.
     -  Lo único que sé es que Alonso iba a declarar en la corte, como ahora hay juicios orales y públicos…
       - Juan, te pido que averigües sobre este tipo - y le mostré la foto de Augusto Di Salvo.
       - ¿Cómo conseguiste esta foto?  - respondió exaltado
       -  Se la saque a Alonso cuando estaba muerto en el piso de la estación de servicio.
       -  Listo Alfredo, voy a averiguar y te llamo mañana por la tarde al hotel.
Después de unos cuantos días de trabajar como cajero en el cabaret todo parecía estar tranquilo rozando el aburrimiento ya que la gente se quedaba bastante tiempo dentro del club y el paso por la caja no era continuo.  En uno de esos momentos en que pensaba que me iba a quedar dormido apareció una dama muy bien vestida. Se acerco  lentamente hacia la ventanilla y me dijo:
      -  ¿Eres el nuevo cajero? – su voz sonaba quebradiza como cuando uno toma alcohol o está cansado, o quizá cuando ha llorado demasiado.
      - Si, hace tres días – respondí mirando los enormes ojos celestes que ostentaba.
      - ¿Te recomendó Augusto? Dijo impostando la vos.
  - ¿El esta? Pregunte con prisa tratando de eludir a su pregunta.
  -  Esta en Brasil.- dijo bajando la mirada, esa mirada que me había dejado perplejo.
  - ¿y tú?
Alzo su mirada penetrante y seductora y con tono de gata, como actuando sin quererlo me dijo:
 - ¿Qué quieres saber?
 - ¿Tú no fuiste con él?, ¿una dama tan hermosa como tú se queda sola en el boliche?
 Me miro con los ojos vidriosos casi a punto de llorar y exclamo:
 - Yo me salve.
Inmediatamente se dio vuelta y se perdió entre la gente. No la volví a ver por esa noche. Cuando termine mi turno me fui del Club con más dudas de las que se me habían presentado en un principio. Si bien tenía algunas conjeturas, había algo muy claro y era que las cosas se complicaban a cada paso.
Al día siguiente pensé en  dejar el trabajo en el cabaret y la investigación para dedicarme a mis otros compromisos (entre ellos un cuento que debía entregar y ni siquiera lo había empezado)
Regrese al club con la clara idea de renunciar al puesto pero al entrar, justo antes de acomodarme en la caja, vi que en salón estaba sentado, en una de las mesas, uno de los tipos que había visto aquella noche en la estación de servicio de Villa Lugano, masacrando a Alonso. Al ver a ese malviviente se me fueron las ganas de renunciar y decidí seguir investigando un poco más.
Al terminar la noche le pedí a mi amigo Juan que me pasara a buscar con el auto para  seguir una pista. Salí de Karim y me fui a esperarlo en un bar que había a la vuelta del club. Juan no tardo en llegar.
     -   ¿Que tenés Alfredo? – me pregunto con impaciencia.
     -   Tranquilo, no seas ansioso… vamos a ver quién sale del cabarute.
Me gusta meterme en problemas porque son los que traen las historias para contar, pero esta intriga estaba yendo demasiado lejos y eso me reclamaba mi compañero ocasional. Aunque se le caía la baba por una buena nota, una que lo hiciera despegar de su aburrida sección de cultura.
Esperamos casi una hora. Ya me había fumado hasta el último cigarrillo importado que me quedaba, un Gitane sin filtro, traido del mismísimo Paris. Salimos del bar para comprar cigarrillos y fuimos a esperar al auto que Juan había dejado estacionado a pocos metros del bar. Al estar en diagonal a la esquina del Club nos daba una visual privilegiada del movimiento de salida. Me relaje unos minutos en el asiento del coche y mientras disfrutaba del cigarrillo, pensaba en todo esto.
– Sera la curiosidad por la aventura que nunca tenemos, lo que nos hace ser tan estúpidos como para estar esperando a no se quien para que haga no se que, jaja . A Juan también le pareció divertido mi comentario. Reimos un rato para distendernos de la situación. Mire por el techo corredizo que dejaba ver un cielo cubierto de estrellas, en una noche magnifica y las luces de la avenida agrandaban el circo luminoso. El codazo de Juan me saco del divague mental . Estaban saliendo algunas personas del cabaret y detrás de una de ellas estaba Augusto con la chica de los ojos celestes. Subieron a una limosina y se marcharon rápidamente. Tratando de ser lo más discretos posibles, los seguimos a una distancia prudente para no ser descubiertos. Cruzaron el puente que une la capital con la provincia de Buenos Aires en dirección al sur. Los primeros rayos de luz del día asomaban cuando pasamos la estación Lanús. Seguimos viaje media hora más hasta que llegamos a una vieja fábrica. Al parecer viejos depósitos de una gran industria, con paredes de longitud interminables. Una de las naves estaba iluminada y un tipo con mucha pinta de matón más que de operario abrió uno de los portones y la limosina entro a gran velocidad, cerrando el portón rápidamente una vez adentro.
Nos quedamos esperando del otro lado de la ruta y detrás de unos árboles que permitían darnos un poco de  protección ya que el dia estaba muy claro y no teníamos la ventaja de la oscuridad nocturna. No sé cuanto esperamos pero el cansancio se hacía sentir, casi estábamos cabeceando de sueño. En ese momento en que la modorra mañanera estaba dejándonos sin reflejos, vimos salir un camión con acoplado y detrás lo seguía un auto de custodia.
El convoy se fue en sentido opuesto al camino hacia la capital, asi que decidimos irnos y descansar un poco, ya que nos iban a descubrir tarde o temprano y quizá terminaríamos como Alonso.
Al llegar al Apart hotel caí rendido. No sé cuantas horas dormí pero me despertó el zumbido del teléfono de la habitación. Juan me había dejado un mensaje hacia una hora. Lo llame y quedamos en vernos en una pizzería para almorzar. Aunque era medio tarde para la comida, mi estomago era una serenata de ruidos en el vacío.
Otra vez mezclado entre la multitud. El centro estaba infartante a las dos de la tarde. La gente iba de aquí para allá, como hormigas descontroladas en un terrario.
  - Cuando termine con esto me voy a descansar al Bolsón – pensé mientras cruzaba las puertas de la pizzería Guerrín. Como era de suponer Juan ya esta entrándole a unas porciones (El era medio gordito y ansioso) Mientras comíamos me conto lo que había averiguado. Augusto Di Salvo y Alonso habían estado presos por narcotráfico.
      -  Me parece que descubrimos algo Juan.
      -   Alfredo, estos tipos son peces gordos, si descubren que estamos haciendo averiguaciones nos matan…yo mejor voy a avisar a la policía.
      -   No. Un día más, me parece que puedo darte algo concreto para que hagas una nota. Hoy tengo la noche libre así que voy a ir de nuevo a esa fábrica abandonada. Necesito que me prestes el auto.
      -  Me vas a meter en un lio…
      -  Dale amigo, cuantas veces te lo preste yo.
      -  Es verdad, pero no lo dejes cerca para que no sospechen y cubrí la patente. Ten cuidado Alfredo.
En realidad no sabía cómo entrar a ese lugar. Me imagino que tendría que saltar un muro o algo así. Compre una linterna, unas sogas y regrese al hotel. Tenía que planear todo muy bien para no terminar en una zanja.
Como todavía era temprano aproveche para dormir unas horas y le pedí al conserje que me despertara a las 21 hs., no hice más que apoyar la cabeza en la fina almohada y me quede profundamente dormido.
Eran como las 21:45 hs., cuando pase a buscar el auto de Juan y me dirigí hacia el lugar. Los nervios me trituraban así que pare en un bar de Banfield para tomar algo y hacer un poco de tiempo. Después de un rato seguí camino hacia la misteriosa fábrica. Al llegar al lugar serian como las 23:30 hs aproximadamente. Estaba todo muy oscuro, apenas una bombilla en el medio de los  paredones le daba al lugar un aspecto lúgubre y tenebroso. Me trepe por la parte posterior de uno de los paredones laterales donde se podía ver algo de luz y algunos ruidos lejanos. Pude ver un auto en la entrada de lo que serian unas oficinas, seguí por un pequeño descampado y llegue hasta un galpón pequeño. El portón estaba apenas abierto y pase como podía para no hacer ruido. Adentro estaba todo vacío, solo algunas cajas apiladas sobre la pared. Subí unas escaleras hasta un pasillo superior que rodeaba el lugar con barandas al costado para no caerse. Llegue hasta una pequeña ventana bastante iluminada. Cuidadosamente me acerque a ella y al asomarme vía a dos tipos sentados en una mesa, como haciendo guardia. Estaban fuertemente armados y por su aspecto era mejor no meterse con ellos. De pronto se escucharon gritos de mujeres por ahí cerca.
  - Anda hacerlas callar negro.
  - Déjalas, si no las escucha nadie.
  - Entonces voy yo, esas putas son unas conventilleras.
Ellos estaban como en un entrepiso abajo mío así que me quede un rato para tratar de escuchar algo que me diera alguna pista. Al volver uno de ellos exclamo:
  - Estoy cansado de este agujero
  - Mañana nos vamos a media noche, este es el último envío de mujeres.
  - Ok, pero después de esto me voy a Brasil, dos semanas con mi mujer y los niños.
  - Seguro, yo también me voy a tomar unas vacaciones, y a disfrutar de la platita, ja ja.
¡No lo podía creer!, la forma en que hablaban. ¡Qué sangre fría por Dios!  Salí de ahí con toda la fuerza que daban mis piernas. Cuando llegue al auto arranque de prisa y no pare hasta dejar el auto en el estacionamiento en donde lo dejaba mi amigo. Llegue a hotel temblando y no de frió.
Tenía que actuar rápido. Puse mi mente en frío y ordene todas las ideas. Los tipos se llevarían a esas pobres mujeres que tal vez fueran niñas mañana a media noche pero si avisaba a la policía Di Salvo quedaría inmune. Se me ocurrió un plan y se lo comente por teléfono a Juan. Le pareció una Locura pero me dio la derecha.
Fui a un locutorio y llame al cabaret. Una voz tranquila y espaciada me atendió:
  - Aló
  - Con Augusto por favor – dije con voz ronca.
  - ¿De parte de quien?
  - Dígale que es un amigo y que es urgente - espere un lago rato hasta que se escucho otra voz agresiva.
  - ¿Quién habla? – era la voz de Augusto un poco alterado.
  - Yo se que mataste a Alonso.
  - ¡Que!  Que dice, está loco, no mate a nadie ¿Quien Habla?
  - Te vi cuando lo masacrabas con otros tres.
  - ¿Y quién es usted?
  - Mira, si no querés que hable vas a tener que darme lo que te pida.- ya no sabia que decirle.
  - ¿Y cuanto querés hijo de p... chantajista? Pensó unos momentos y dijo:
  - Te daré 10.000 dólares, pero quiero verte la cara por última vez.
  - No quiero plata. Te llamare luego para darte más detalles.- y colgué.
Este Di Salvo se había vendido solo. En su juego mafioso estaría acostumbrado a estas cosas, se pondría de sobre aviso y saldría directo a la fabrica para apurar el envío o al menos eso era lo que yo esperaba que hiciera.
Llamé a Juan y le dije que avisara a la policía denunciando el secuestro de las mujeres pero le pedí que me diera una hora de ventaja.
Tenía que desenmascarar a Augusto Di Salvo y aun me quedaba otra incógnita ¿Quién era el otro Di Salvo?
Volví a llamar al cabaret y le dije a Augusto que aceptaba la plata y lo cite cerca de la fábrica pero entrando por el lado oeste, que como son descampados están un poco alejados del galpón principal, con cuadras largas y profundas.
Volví al centro y me quede cerca de la puerta del cabaret para poder seguir a Di Salvo cuando se dirigiera hacia nuestro encuentro. Un rato después, salió a la puerta del establecimiento con tres mafiosos. Estos se subieron a otro auto y Di Salvo los siguió en su Mercedes Benz.
No había calculado que llevaría su sequito pero igual me lancé a seguirlo. En alguna calle de la av. Belgrano el otro auto dobló y Di Salvo siguió hacia nuestro encuentro.
Ya en el lugar paró el auto y yo lo hice unos metros detrás de su  mercedes. Se bajo con un maletín en la mano y con la otra en el bolsillo del saco y empezó a caminar hacia mí, en forma lenta y calculadora. De golpe encendí las luces del auto y el matón pareció enceguecer. Yo estaba desarmado y tenía que actuar rápido. Con mi puntero láser le apunte a la cabeza. El hombre vió el haz de luz roja y se quedo paralizado.
  - Deja el arma Augusto. - Grité
  - ¿Quién sos pedazo de hijo de p…?
  - Hace caso o te quemamos desde acá. Con un poco de dudas, Augusto dejo el arma y el maletín en el piso y levanto las manos.
  - Porque mataste a Alonso.- pregunte.
  - A vos que te importa.- me respondió canchero.
  - Me importa porque me debía un embarque. - Dije y el tipo estalló en una carcajada.
  - No podías ser más que un imbécil, a vos también te engaño como a tantos otros, por eso lo mate, porque me estaba arruinando el negocio, igual que el estúpido de mi hermano, pensé que eras él.- El hombre se estaba poniendo denso. Tenía que llevarlo a la fábrica.
  - Date vuelta y pone las manos en el techo del auto.- Salí agarrando la linterna y la mira láser con las dos manos como si tuviera una pistola a la vez y le apunte  a la cara, el tipo se comió el engaño. Agarre su pistola, el maletín y metí a Di Salvo en el baúl del auto.
  - Te vas a arrepentir de esto maldito.- me dijo con muchísimo odio contenido.
  - Si claro, y como te lo voy a pagar si nunca me viste, idiota.- Cerré el baúl con fuerza golpeándolo en la cabeza. El hombre seguía quejándose pero todo estaba grabado. Iría a la cárcel por varios años. Llegue a la fabrica, la policía ya estaba ahí. Le avise a Juan que Di Salvo estaba unas cuadras atrás en la cajuela del Mercedes, las mujeres habían sido liberadas y estaban declarando. Regrese al hotel y avise a mi amigo Juan todo lo sucedido. El se llevaría una buena nota periodística que quizá lo posicione en el periódico. Y yo tenía otro libro nuevo para escribir….

Alejandro Luna

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Desde que ella se ha ido


Querido amigo

Espero que te encuentres maravillosamente bien en tu nuevo destino laboral, Ámsterdam, y  aunque estas bastante lejos y podríamos usar internet, sabes que me gustan las cartas a la antigua, en papel y aquí estoy, escribiendo una.
Es una destemplada noche de otoño mientras comienzo mi relato de vida, y de a poco el frio se va estableciendo en la ciudad. Aquí las cosas siguen igual como te supe escribir en la carta anterior. Desde que Mili se fue no he podido conciliar el sueño. Dormir en las noches se ha vuelto una utopía imaginaria solo en la mente de los pocos amigos que me visitan. Ellos quieren que lo haga, y de esa forma, poder robar las pocas migajas que dejo sobre la mesa. Esos ratones ni siquiera tienen ganas de molestarme. Creo que en poco tiempo se irán, abandonándome como todas las otras personas humanas que me rodeaban en la época que estaba con Mili, en la que era feliz a su lado.  Tampoco tengo apetito como antes, pero me alimento con lo esencial. A veces presiento que Mili regresará y trato de sentirme mejor. Cada vez son más aisladas esas sensaciones porque ya estoy entrando en la etapa en que no creo que vuelva.
Como te decía, aquí las cosas están igual. Sigo trabajando para esa editorial que me envía textos para corregir. También cada vez menos pero lo hacen y me sirve para ganar algún dinero. De todas formas todavía tengo algo de las regalías de los libros anteriores. Lo bueno es que tengo que salir muy poco y trato de aferrarme a ese estado ermitaño como para establecer un margen de protección contra mujeres malvadas destructoras de corazones sensibles. Sé que no debería sentir odio pero la odio y no debería pero a la vez la extraño tanto… todavía la siento acariciándome la cabeza cuando, en su regazo, le recitaba mis poemas. Ella adoraba mis poemas y mis cuentos. Sentía que me admiraba mucho más de lo que yo a ella. La extraño tanto.
Hace poco me visito una amiga que hacía muchos años no veía, hacia tantos años que todavía no había conocido a Mili. En realidad vino a pedir una recomendación y apenas habíamos tomado un te ella estaba encima mío. Supongo que también se sentía sola. Pero yo no estaba de ánimo para el sexo. No como cuando estaba con Mili. Recuerdo que teníamos maratones de siesta casi todos los días. Ella siempre estaba dispuesta y andaba casi desnuda por toda la casa. A mí me gustaba su desenfreno pero debo admitir que me desconcentraba casi todo el tiempo. Con ropa o sin ropa se le notaba la sensualidad expuesta 360 grados. 
Ahí me di cuenta del daño que ella me había causado. El abandono físico y moral al que me había sometido su alejamiento. Su ausencia se me notaba en el rostro, en mis manos en la piel. Mis labios lejanos de los suyos, mi rostro reseco de sus mojados besos, esos que estremecían mis órganos vitales. No sé si pueda recorrer el camino que me queda de vida sin su compañía. Me siento como un astronauta vagando por el espacio infinito, abarcando la negra soledad, solo con su traje espacial y contando los minutos que le quedan de oxígeno para respirar. Solo en el medio de la inmensidad, flotando al antojo de la falta de gravedad, a la deriva en el cosmos, a la buena de Dios.
Querido amigo, creo que debes ser el último que me quedaba ya que al recibir y leer esta carta estoy seguro que no querrás saber más nada de este deprimente escritor que no puede resolver la simple separación de su mujer. Es que no era solo una mujer; era la vida misma, la tierra y la flor, el agua y el aire, la combinación perfecta de todo lo que te puedas imaginar. No es que fuera muy linda, tú no la llegaste a conocer más que por esas fotos locas que nos sacábamos en la playa o en la montaña, saltando los ríos pequeños, chapoteando en la costa de Santa Teresita o cuando alquilamos esa cabaña cerca de la cordillera. Como sufrimos el frio de montaña. Nos tapamos con todo lo que había en ese lugar y teníamos todo nuestro cuerpo congelado al llegar allí. Estuvimos un día y una noche acostados en la cama, con el hogar a leña ardiendo todo el tiempo hasta que nivelamos la temperatura de nuestros cuerpos con la de la cabaña. Fue mágico estar en ese lugar. Fueron los días más románticos que pude haber vivido jamás. Mili ya no está pero su recuerdo flota en todo el departamento. Su olor no se ha ido. Me parece todavía verla pasar hacia la cocina solo con su remera naranja, esa que apenas pasaba de su cintura y su exquisito caminar dejaba sus glúteos expuestos a mis enamoradas miradas. Creo que voy a volverme loco.

El sonido del timbre de la puerta de servicio me saco de cuadro y por un momento deje de divagar por la triste y dolorosa nostalgia que me causaba la ausencia de Mili.
Me acerque a la puerta y por la mirilla vi que era el encargado del edificio, pero de todas formas hice las formales preguntas:
-        Quien es  ¿Pregunte con vos quebradiza?-
-        El conserje, Disculpe la molestia Don Látimer (Ese era mi seudónimo), vengo a pedirle un favorcito si no es molestia.
-        --Adelante Rodrigo, no es molestia, dígame que se le ofrece. – Respondí con amabilidad.
-        --Es mi hija la que necesita un favor, es para la facultad, está haciendo una tesis y yo le dije que Ud. era escritor y hacia correcciones de libros. ¿Cuánto me cobra por revisar su trabajo final? --Respondio Rodrigo sin respirar.
Bromeamos un poco hablando de los vecinos y cosas que pasan a diario y como siempre a Rodrigo le gusta contar alguno que otro chiste de política o de futbol.
-        -- Déjemela Rodrigo, este fin de semana la reviso. Pase el lunes por la noche que se la entrego. No se haga problema por el dinero. -- Le respondi aceptando la carpeta. Siempre me está haciendo favores y nunca me quería cobrar.
Rodrigo se fue contento al saber que iba a  ayudar a su hija con la tesis final y  yo me conformaba con eso. Sin darme cuenta estaba un poco más animado. El conserje me había inyectado un poco de optimismo con sus bromas  y su particular manera de hablar. Eran las 20:54 y decidí preparar una jarra de café para pasar una noche más en vela, sin poder cerrar los ojos y pensar en ella cada hora. Abrí la despensa y con desagrado observe que el café se había terminado. Rodrigo se habría retirado a estas horas y no podría pedirle al sereno que me compre el café porque tenía prohibido abandonar el edificio. La sola idea de tener que salir me producía rechazo absoluto, hacía meses que no salía de la casa. Pensé por un momento no tomar café por esa noche, al menos hasta las primeras horas del día en que pudiera mandar a comprar unos kilos de café para que no me falte. Pero el café era un vico. Cómo el fumador que no puede tener el paquete vacío y sale a cualquier hora para buscar un quiosco de esos que están las 24 hs., abiertos. Ahora los llaman Drugstore. Junte fuerzas y me cambie para salir a ese mundo alocado del cual no tenía noticias desde que ella se había ido.
Siempre había gente en la avenida, Cabildo y Juramento era paso obligado para todo el mundo. Llena de colectivos, taxis y autos particulares, peatones que cruzaban en todas direcciones, ruido de bocinas y transitar de autos y colectivos, el bullicio de la vida diaria al que me había desacostumbrado hacía tiempo. Nos habíamos mudado a Belgrano porque a Mili le gustaba mucho ese barrio. Había muchas plazas y parques, lindos lugares para visitar y para salir a comer, también estaba cerca del microcentro y de Palermo. A mí particularmente me gustaba porque había estudiado parte de mi adolescencia en Belgrano y además estaba el barrio chino que, al tenerlo pocas cuadras, lo visitábamos casi a diario.
Un bocinazo me hizo despertar de ese paralizado estado de melancolía enfermiza  y me apure a cruzar la avenida Cabildo, antes que corte el semáforo, en dirección hacia el mercadito que estaba en la mitad de cuadra. Al entrar me dirigí directamente hacia la góndola del café pero  a medida que avanzaba, iba mirando otros productos que hacía tiempo faltaban de mi despensa. Entonces tome un carro vacío y empecé a comprar distintos productos que imagine que no tenía, ya que no los había visto en el mueble. Ella siempre hacia las compras – pensé por un segundo y seguí metiendo productos en el chango de una manera impulsiva.  Yerba para el mate, tomates perita, legumbres enlatadas, galletas dulces y un perfume que estaba a buen precio. También compre productos para la limpieza. Llegué a la caja y la empleada me saludo por mi apodo – Que bueno verlo ¡Sr Latimer! exclamo la cajera y me quede paralizado sin comprender como conocía mi nombre. Tengo algo de popularidad editorial pero no masiva. Supuse que Mili le contaba a todo el mundo sobre nosotros y alguna vez le mostro mi foto. No sé. Pague y Salí. Crucé nuevamente Cabildo, esta vez por la esquina y a pocos metros del edificio, el policía que hacia la guardia me saludo de igual manera que la cajera. – ¡Qué bueno verlo por la calle Don Latimer!, Cruce dos palabras con el servidor de la ley, entre al edificio y salude nuevamente al sereno y subí al ascensor automático y veloz que me llevo en 5 segundos al 7mo piso. Ya en mi departamento corrí a un espejo para  comprender que veían de extraño todas estas personas que me conocían unidireccionalmente.  
Triste fue reconocer que la vida me había pasado por encima. Con aspecto deprimido, mucha barba, aspecto desalineado como desganado. Con razón ella me había abandonado. Cualquier mujer hubiese visto mi aspecto y habría actuado de la misma manera que lo hizo ella... Pero yo sabía que ese no había sido el problema. La culpa había sido mía. Y era toda mi responsabilidad porque Mili era perfecta.
Decidí ducharme para renovar mi aspecto descuidado por tantos meses desde que Mili me abandonó. Recordé en ese instante la carta que estaba escribiendo a mi amigo de la infancia, pero realmente necesitaba esa ducha. No sé cuánto tiempo estuve en la ducha. El agua caliente me relajaba por completo, parecía penetrar mis células agotadas de tanta depresión, resecas de amor. Me sentía diferente, el agua y el vapor del baño, habían provocado un cambio radical. Parecía que todas mis células se habían reacomodado. Me afeite y, al verme en el espejo note que había vuelto a recobrar el color en mis mejillas, había vuelto a ver a ese hombre que una vez supo disertar frente a dos mil personas en el Hotel Sheraton. Así me sentía de enorme cuando estaba con Mili.
Una vez bañado y afeitado me dio un poco de frio y me recosté en el dormitorio a ver televisión. Había dejado que el café se hiciera solo en la cafetera eléctrica y pensé en tomar un poco después de comer algo de lo que había comprado en el supermercado. Al parecer me quede profundamente dormido.
No sé cuántas horas estuve acostado. Al abrir los ojos me quede contemplando el techo, con el rostro feliz, descansado. Hacía mucho tiempo que no me levantaba de la cama con un salto. Fui hacia la cocina a tomar un vaso de agua y vi la cafetera encendida y llena de café, me serví una taza y fui a mi escritorio, encendí la computadora y me puse a leer los diarios que me habían pasado por debajo de la puerta, instintivamente mientras tomaba a sorbos el café. Vi el talonario de hojas en donde estaba escribiendo la carta y volví a leer la tapa de los diarios que ahora tenía apoyados en el escritorio y me sorprendió una noticia que me dio mucha curiosidad porque me sacaba de espacio tiempo:
-        El SUPERCLASICO TERMINO 3 a 0 –
No entendí esa tapa del diario ya que el superclásico se jugaba el domingo a la tarde, y ese tendría que ser un titular del lunes. Busque la fecha en el periódico y con gran asombro descubrí que ese diario era del lunes 4 de Mayo de 2015.
Ahí tome dimensión de todo. Había dormido 48 hs. sin parar. Sin soñar, sin levantarme. Había dormido esa cantidad de horas que me faltaban de sueño por tantas noches de insomnio, tantas noches de tristeza y recuerdo de mi gran amor, de la mujer que me había atrapado en cuerpo y alma. Aquella mujer que me había abandonado y con justa razón porque yo la había engañado. Me quede sentado un buen tiempo en el escritorio meditando todo lo que había pasado, pero ahora era diferente. Ahora tenía otra actitud. Me sentía con ganas de hacer, de hablar de salir.  Creo que empezar a contarle a mi amigo lo mal que me sentía, tuvo un efecto contrario al que yo esperaba. En vez de sumergirme en la profunda tristeza que me ofrecía el recuerdo de Mili y mi constante reproche contra la forma en la que había actuado, genere una suerte de autocompasión que hizo una catarsis positiva.
Mire el reloj y casi eran las 19 hs. Sobresaltado recordé la tesis que me había dejado Rodrigo y me quedaba poco tiempo antes de que el encargado se retirara y la viniese a buscar, así que me puse a leer el trabajo de la hija de Rodrigo. Agarre la carpeta y al hojear la portada me sorprendió el nombre: Milagros Carpena. ¿Podía ser posible? pero algo pasó. No me sentí mal, lo tome como una señal en pos de mejorar, de no sentirme más miserable por un error que había cometido y darme una oportunidad para ser feliz. Terminé de leer la tesina, a la que casi no hube de corregirle nada. Se notaba la prolijidad del trabajo y lo bien que había estudiado la carrera esta chica y estaba seguro de que iba a tener un futuro promisorio en la edición.
Estaba a punto de servirme otro café cuando tocaron el timbre. – Debe ser Rodrigo que viene a buscar el trabajo de su hija y puntualmente como habíamos quedado. Abrí la puerta directamente, esta vez sin usar la mirilla sabiendo que era él quien venía y al abrir la puerta me sorprendí, una vez más como lo había hecho ese día.
-        Buenas noches Sr Latimer, disculpe la molestia, soy Milagros, la hija de Rodrigo y vengo a buscar la tesis. ¿Pudo revisarla? –
Me quede mirándola unos cuantos minutos, con la boca casi abierta en actitud de asombro, de maravillosa asombro. Tenía el pelo largo y lacio, enormes ojos negros estilo árabe, una sonrisa de blancos dientes y una voz entre media y gruesa. No era muy alta y bien proporcionada.
Apenas pude recuperar el habla después de ver semejante belleza, la invite a pasar y le ofrecí una taza de café la cual acepto. No podía precisar la edad pero calculo que tendría unos veintiocho años.  Empezamos a charlar y ella me conto un poco de su carrera y como la había elegido, que su padre le había contado sobre mi hacia unos años pero ella nunca quiso molestar solo en esta oportunidad porque le habían rebotado la tesis dos veces.
Su delicada forma de habla pero con la firme expresión de su vos medio gruesa me daba ganas de seguir hablando todo el tiempo. Tenía una cultura general sorprendente y hasta me hizo una crítica interesante sobre mi último libro que me dejo pensando si no me convenía contratarla como editora para mi próximo trabajo. Sin darme cuenta por la hora se hicieron las nueve de la noche y ella se levantó para retirarse.
-        Mi padre me va a llevar a mi departamento – me dijo
-        ¿Vivís sola? respondí con curiosidad.
-        Si, vivo en Villa Urquiza. No es lejos pero está en camino de Papá y aprovecho el viaje.
-        Perfecto. Ojala te sirva lo que te apunte en el trabajo. Fue muy poco porque esta excelente la tesis.- Le hablaba ya con un tono de viejo verde enamorado, aunque solo le llevaba diez años nada más.
-        Por favor Sr Latimer, me ha ayudado muchísimo.
-        No es nada, ese tipo de trabajos nadie te lo a poder rebotar, esta para un diez. Pero dime Alejo, que es mi nombre.
-        Bueno, gracias Alejo – dijo con vos tierna y complaciente.
-        ¿Cómo puedo agradecerle? mi padre me dijo que no me iba a cobrar. – susurro con tono avergonzado.
-        No hay problema. Tu padre siempre me ayuda con algunas cosas y esta es una hermosa forma de retribuirle los favores. Además no sabía que tenía una hija tan hermosa. – No me había dado cuenta de que estaba coqueteándola con mis palabras y vi que su rostro se sonrojaba y trate de salvar la situación.
-        Te pido disculpas Mili no quise ser mal educado. – Sin darme cuenta otra vez, le había dicho Mili. pero a ella le gustó. Otra vez sonrojada me dijo:
-        También eres muy apuesto. dijo y bajo la cabeza como con vergüenza pero con decisión.
Quedamos en seguir conversando otro día o quizá tomar un café cerca de la facultad donde estudiaba y a la cual iba siempre. Coincidencias que uno no conoce hasta que se presentan las condiciones.
-        Llámame. – Fue lo último que le dije y se fue.
Mirándonos todo el tiempo hasta que tomo el ascensor que estaba justo a la mitad de pasillo. Creo que habíamos conectado pero no me quise ilusionar. No quería volver a sufrir. Cerré y me apoye sobre la puerta como un niño enamorado tratando de recordar su perfume, su voz cautivante, su pelo tan lacio y tan brilloso. Me senté en el escritorio extasiado por todo lo vivido, me había olvidado de la carta que estaba escribiéndole a mi amigo de Alemania. 

Tome los papeles en donde estaba escribiéndola y me puse a releerla. Me puse triste por las cosas que había escrito. La depresión que tenían esas letras de seguro haría que mi amigo nunca más quisiera verme, ni siquiera  por internet. Sé que lo que le contaba era la más pura realidad, pero las cosas habían cambiado. Rompí esas hojas escritas con tanta melancolía negativa y encendí la computadora nuevamente. Abrí el correo Gmail y empezaron a bajar innumerables correos electrónicos que no había revisado. Abrí un nuevo correo y empecé a redactar:

Querido amigo
Espero que te encuentres bien. Sabes que me gusta escribir cartas por correo tradicional pero tardan mucho en llegar. Te cuento que me separe de la chica con la que viví estos últimos años y que no llegaste a conocer. Estuve un tiempo deprimido pero la vida me puso en el camino un ángel de cabellos negros que me tiene enamorado. Dicen que el tren pasa una vez en la vida y que si no te subes a él, nunca más te sucederá, pero yo no estoy de acuerdo. El tren pasa siempre, solo tienes que estar dispuesto a subirte en él, y eso es lo que hago. ¡Subirme nuevamente al tren del amor!
Mañana te escribo y espero tu respuesta,
Un gran abrazo

                                       Alejandro Luna








sábado, 24 de noviembre de 2018

No puedo no quiero


No puedo salir de este infierno
Atrapado entre tus juegos siniestros
Mas alla del tiempo y el olvido
Mi alma recuerda el calor de tus manos

Y no puedo despegar de tus brazos
De tu cuerpo, de tus ojos
Que me miran desde adentro
Desde el fondo de mi esencia

Siento tus manos acariciando mi espalda
Y siento tus labios besando mi cuerpo
Pero despierto en el mismo instante
En que te estoy amando

Despierto sudado con fuego en mis manos
Mi mente no entiende
Que pasa, que siente
Pero se resiste a dejar de quererte

No puedo dejar de tenerte
Apretándote el cuerpo
Deseando tocarte y besarte
A cada momento

 Alejandro Luna

El tiempo entre nosotros


El tiempo entre nosotros  
Ha pasado más allá del olvido 
Eterno ignífugo maquillado 
De temperamento sin motivo  
De aguas calmas de montañas nevadas 
Como un ave sin radar que no puede encontrar la primavera 
El tiempo entre nosotros 
Nos ha forjado las ganas 
Nos ha motivado el encuentro 
A pesar de la ausencia. 
Pero ya no pueden volver esos días 
De romance alocado 
De responsabilidad indiferente 
De mirar la luna y buscar un suspiro 
El tiempo entre nosotros 
Ha quedado cautivo 
En nuestras miradas apasionadas 
De idilio adolescente 
En nuestros llantos desconsolados  
De perdernos sin motivo 
Y al verte después de tanto vivido 
El espacio entre nosotros  
Ha quedado en el olvido 

 Alejandro Luna


lunes, 23 de julio de 2018

La noche fue testigo


La noche fue testigo
de nuestra visita a los jardines del otoño,
 marchitos por el frio y el olvido.
La noche fue cómplice
 de lujurias y obsesiones
que marcaron nuestros cuerpos
y nuestras mentes.
Ya no quedan páginas en blanco
con destellos de frágiles palabras,
solo detalladas odas
de artífices sensaciones
relampagueantes de misterio
 en las sombras olvidadas
de tu corazón abatido
por tu lejanas coincidencias con mi amor.
Muchas veces en la madrugada
no puedo pensar en otra cosa
que no sea en ti,
y transformo en suspiros
tu mirada y tu voz.
Todo paso tan de repente.
Y las cosas que vivimos
y los momentos que disfrutamos
se fundieron en un lacónico recuerdo
crispado desvencijado,
como una foto vieja abandonada
en el fondo de un cajón de aparador
de cocina de los años setenta.
Así de repente terminaron
los días de nuestros días.
Como pensar en el amor y no recordarte.
Como pensar en ti y no soltar
lagrimas de melancolía
 sobre el papel donde escribo estas palabras.
El tiempo ha guardado nuestra historia
como recuerdos de un pasado
en una antología
de un ciclo de nostalgia.
Necesito tu amor una noche más,
tan solo una noche
para que pueda volver a sentir
toda esta pasión guardada solo para ti



domingo, 29 de abril de 2018

Botas vaqueras


Te soñé 
caminando hacia mí, 
solo con tus botas vaqueras 
y tu sombrero tejano, 
y un sutil vestido tableado, 
muy por encima 
de tus hermosas rodillas. 
Con una mano sostenías 
el sombrero para que el viento arremolinado 
no lo arroje lejos 
y con la otra mano 
tu bolso lleno de scribbles, 
repletos de fantasías  
inspiradoras, 
musas interminables para mí. 
Y tu vestido 
de fina seda 
tableado en la falda, 
escotado en el torso 
volaba caprichoso 
por el viento arremolinado. 
Debajo de eso 
solo tenias tu sonrisa que me enamora 
y tu cabello revuelto de rulos
que solo lo contenía 
mi tierna imaginación. 

Alejandro Luna

jueves, 8 de marzo de 2018

Mujer


Suave e intensa  tu fuerza proyectas
desde que naces hasta el ocaso
y en tu camino alimentas,
sueños, tuyos y ajenos,
con tu cuerpo alimentas vida y alegría,
con tus ojos la esperanza
y la ternura de quien los mira
porque eres creación
y poesía que inspira.
Mujer fuerte y débil, suave y áspera,
femenina y masculina,
sabes ser ambigua y definida,
cuando amas sos un gatito mimoso
y cuando peleas una pantera furiosa.
 Mujer  que has sufrido el encanto
y vivido el desencanto,
tu homenaje bien lo vale
por tu osadía y por tu coraje

Alejandro Luna

Nigth Club Karim´s

Club Karim No me podía concentrar aquella noche lluviosa. Aunque trataba de olvidar los hechos acaecidos unas horas atrás, no lograba p...